Siempre que necesito un consejo, mi sobrino está ahí.
Ludeyner siempre ha sido muy abierto a hablar, ha sido como un consejero de la familia desde que era un niño. Cuando me dijo que iba a participar en este proyecto en el que se iba a hablar de sexualidad, lo animé a participar. Siempre lo he apoyado en todo.
Ahora, desde hace tres años, lo veo muy dedicado a este trabajo, veo que es muy responsable.
No terminé la secundaria y en la escuela nunca me enseñaron nada sobre cosas como la sexualidad y el aborto.
Y lo que escuché de mi familia fue que el aborto era un pecado, que si abortabas ibas «directo al infierno». Desde que Ludeyner empezó a compartir información conmigo me encontré con cosas que no había escuchado en mi vida.
Mi sobrino me dijo «No tía, yo estoy de acuerdo con el aborto» y yo me enojé y le dije «Ludeyner, eso es un pecado, no digas eso, ¿cómo puedes pensar eso?», porque eso era lo que yo había escuchado mientras crecía. Pero luego empezó a contarme todo lo relacionado con el aborto y ahora tengo otra forma de pensar. Hoy creo que si una mujer quiere abortar, es su decisión.
Me parece que las escuelas deberían centrarse más en estos temas, porque aquí en Colombia, las escuelas sólo enseñan lo básico. Cuando ves a Ludeyner dar una charla es muy dinámico. No aburre a la gente con la charla, porque es muy empático y motivador.
Me siento muy orgullosa de él porque ha sido un niño muy humilde, no ha tenido mucho apoyo. Ha sido un niño muy solitario y ahora comparte más con nosotros.
He visto un cambio fenomenal en él, sinceramente es una persona diferente.
Desde que entró a Si Mujer, habla mucho más, te mira y te dice «Tía, te está pasando algo» y tú le dices «No, estoy bien» y él te dice «No, te pasa algo y me lo vas a contar» y empieza a hablarte y acabas contándole toda la historia.