Reflexiones a los 50: Un viaje de perseverancia y esperanza  

El gran 5-0. No es sólo un hito en la edad. Es un hito en mi trayectoria como activista y como persona profundamente marcada por el panorama económico, cultural y social de mi país, y desafiada e influida por las realidades mundiales.  

Como activista por la justicia social, feminista y defensora de la salud y derechos sexuales y reproductivos, estoy orgullosa de mi formación como activista de base, profundamente arraigada en mis principios y valores. Pero el activismo y la determinación no surgieron de la nada.  

Como muchos activistas, mi viaje surgió en parte de la rabia.  

Ira ante la injusticia social y la violencia flagrantes. Soy originaria de Mindanao, Filipinas, la parte más meridional del país. Cuando tenía unos nueve años, mi madre me llevaba a marchas y movilizaciones que pedían el fin de la ley marcial de Marcos. Como era una niña, no lo entendía todo. Lo que sí entendía, sin embargo, era que me daba miedo oír las bombas y el ruido de los helicópteros sobrevolando nuestra ciudad.  

A medida que fui creciendo, me resultó casi natural encontrar espacios para expresar esa rabia, miedo y frustración. Y esa rabia me llevó a darme cuenta de que, cuando hablas de justicia social, tienes que abordar realmente las distintas luchas a las que se enfrentan las mujeres debido a su género. Y cuando hablas de los derechos de las mujeres, también debes enfrentarte a las violaciones de la salud y derechos sexuales y reproductivos.  

Sin embargo, las conversaciones sobre los derechos sexuales y el aborto solían estar impregnadas de silencio, estigma y desinformación.  

Aunque las conversaciones sobre el aborto se mantenían secretas, también me encontré con muchas historias de personas que sufrían por no poder acceder a servicios de aborto seguro. Con las restricciones legales al aborto en Filipinas, ¿qué podía hacer una joven de 19 años?  

Una vez más, utilicé mi tendencia de buscar espacios colectivos donde no tuviera que avergonzarme de decir la palabra «aborto». En el campus y después de la universidad, me uní a organizaciones feministas, colectivos y ONG que trabajaban por la justicia social, la justicia de género y la salud reproductiva.  

En 2009, estaba aplicando a un trabajo en una red de derechos reproductivos y en la entrevista de trabajo me preguntaron: «¿Estarías dispuesta a hablar sobre el aborto en Filipinas?». Respondí: «Admito que no sería fácil en este contexto, pero tampoco es imposible, dado el apoyo de quienes están comprometidos a cambiar el statu quo».  

A medida que profundizaba en la defensa del aborto seguro, me encontré aprendiendo continuamente y comprometiéndome con los demás.  

En 2016, con colegas de Filipinas, mientras trabajaba con la organización asociada a SAAF Women’s Global Network for Reproductive Rights (WGNRR), una de las líderes del movimiento por el derecho al aborto, fundamos la Red Filipina de Defensa del Aborto Seguro (PINSAN). PINSAN ha sido una fuerza poderosa en el avance del derecho al aborto seguro en Filipinas a través de acciones colectivas que desafían el estigma del aborto. La «estrategia 3D» de PINSAN ha guiado nuestro trabajo, a saber  

  • Desestigmatización: Romper el silencio y abordar la vergüenza que rodea al aborto compartiendo historias y fomentando conversaciones abiertas.  
  • Desmitificación: Contrarrestar los mitos y la desinformación con hechos y conocimientos basados en pruebas.  
  • Despenalización: Abogar por reformas legales que garanticen que el aborto se trata como una cuestión sanitaria, no como un acto delictivo.  

Esta estrategia no consiste sólo en cambiar las políticas, sino en transformar la forma en que la sociedad ve el aborto y a las personas que lo solicitan.  

Foto de PINSAN  

La Despenalización del aborto en Filipinas es un camino de largo recorrido, y el acceso al aborto seguro sigue siendo un reto.  

Somos conscientes de que la incidencia nunca es fácil. Ha habido momentos de agotamiento, miedo y frustración. Pero también ha habido momentos de profunda conexión, esperanza y victoria. A través de todo ello, he aprendido que la persistencia no consiste sólo en seguir adelante, sino también en descansar, curarse y encontrar fuerzas en la comunidad, los amigos y la familia.  

Al alcanzar este hito, siento gratitud por las personas que he conocido, las historias que he escuchado y las lecciones aprendidas. El viaje no ha terminado. Aún queda mucho trabajo por hacer.  

Lo cierto de mi viaje es que la rabia, el miedo y la frustración pueden transformarse en poder colectivo. Y cada conversación importa, cada historia compartida tiene poder, y cada paso adelante acerca el cambio.  

Brindo por el próximo capítulo: más valor, más conversaciones y más victorias colectivas.  


Por Marevic Parcon, miembro de la Junta Directiva de la SAAF y Directora de Apoyo a los Miembros y Desarrollo de la IPPF ESEAOR.