Junto con las catástrofes naturales, la actual insurgencia del grupo militante islámico Boko Haram en el noreste de Nigeria ha provocado el desplazamiento de más de 4,5 millones de personas en toda Nigeria. Muchas de estas personas viven en campos de desplazados internos en la región.
Las mujeres y los niños constituyen la mayoría de quienes viven en los campamentos, y sufren falta de alimentos, seguridad y asistencia sanitaria. Corren un alto riesgo de sufrir violencia sexual, ya que no disponen de servicios adecuados de salud reproductiva. Un estudio de 2022 descubrió que la falta de servicios de aborto seguro en los campos ha llevado a mujeres y niñas a buscar métodos inseguros y perjudiciales para interrumpir sus embarazos.
El Centro Internacional para el Alivio de la Pobreza y el Desarrollo Sostenible (CENPAD) trabaja en estas comunidades para ofrecer atención y apoyo en materia de salud reproductiva.
Utilizando un modelo de educadores entre pares para apoyar el acceso a servicios de aborto seguro, CENPAD garantiza que las mujeres puedan descontinuar su embarazo de forma segura cuando lo necesiten. También fomentan la colaboración comunitaria y crean espacios seguros para que las mujeres hablen de sus experiencias.
Desde que recibió por primera vez financiación de SAAF en 2017, CENPAD ha formado a 270 mujeres y niñas como educadoras pares en dos campos de desplazados internos. Han proporcionado información precisa y no estigmatizadora sobre la atención a la salud sexual y reproductiva a más de 60.000 mujeres y niñas.
Enseguida encontrarán algunas historias que muestran cómo el trabajo del CENPAD impacta la vida de las niñas y las mujeres.
- Hauwa (17): «Boko Haram se lo llevó todo. Mi aldea, mi familia, mi futuro. Me encontré en el campamento y tuve que sobrevivir. Cuando descubrí que estaba embarazada, me sentí atrapada. Pero en el campamento oí hablar de los educadores y del punto de prestación de servicios. La gente de allí es amable, y comprendieron mi situación. Me explicaron mis opciones. Elegir el aborto con medicamentos fue como recuperar mi vida. Ahora puedo centrarme en terminar la escuela, hacerme enfermera y reconstruir mi sueño.»
- Shitta (22): «Ya criar a cuatro hijos sola en el campamento era una lucha. ¿Otra boca que alimentar? Imposible. Mi marido se había ido, perdido en los combates. En el punto de prestación de servicios, me aseguraron que estaba bien. Que podía elegir. La medicina funcionó y pude volver a vender verduras para alimentar a mis hijos. Ahora puedo permitirme enviar a mis dos hijas a la escuela, darles una oportunidad que yo nunca tuve. No es fácil, pero al menos tengo esperanza».
- Ladi (15): «Mi familia me prometió a un hombre mucho mayor después de que Boko Haram quemara nuestra aldea y acabáramos en el campamento. Estaba aterrorizada, pero ya estaba embarazada. Pero entonces, una amiga me habló de los educadores y del punto de prestación de servicios. La gente de allí me escuchó, aunque yo tenía miedo de hablar. Me dieron las pastillas y el Embarazo terminó. Ahora, estoy escondida con mi tía en otra Zona dentro del campamento. Echo de menos a mi familia, pero soy libre. Quiero aprender sastrería, hacer mi propio camino. Esta elección me salvó de una vida que no merecía».
- Mairama (30): «Mi marido había muerto hacía meses. Pero cuando empezaron los cuchicheos del campamento, acusándome de inmoralidad, me sentí morir. No entendían lo que es vivir sin marido en este campamento. El embarazo no era suyo. En el punto de prestación de servicios, el prestador de servicios me cogió de la mano, me dijo que me pondría bien. La medicina puso fin a la pesadilla. Ahora, me enfrento a los susurros de frente. Cuento mi historia, educo a otros. Merecemos opciones, incluso en este caos».
- Hanatu (40): «Seis hijos, todos menores de diez años, sin marido, yo y los niños viviendo en un campamento de desplazados internos. ¿Otro bebé? ¿Cómo podría arreglármelas? El punto de prestación de servicios era mi única esperanza. El personal de allí me comprendía. Me trataron con respeto, me dieron las pastillas. No fue fácil, pero ver a mis hijos, saber que aún puedo alimentarlos, hace que merezca la pena. Son mi vida, y yo los elegí».
Los estudios de casos anónimos y la foto han sido facilitados por CENPAD, organización socia a SAAF de Nigeria.