En los últimos años, el derecho al aborto ha obtenido un importante reconocimiento mundial. Hemos visto avances legales en países del Norte Global y del Sur Global, aunque con algunas restricciones en factores como el periodo de gestación del embarazo, que sigue limitando la autonomía de las mujeres.
Sin embargo, el hecho de que el aborto sea un tema de debate, incluso allí donde la sociedad sigue sin reconocer sus beneficios para la salud, la economía, la política y la autonomía, es positivo. Es vital subrayar que ¡ya no está en los armarios!
En Uganda, en particular, las conversaciones sobre el aborto son un poco más abiertas. Por desgracia, estas conversaciones todavía tienden a ser negativas, estigmatizadoras y sentenciosas contra quienes promueven y practican la Autonomía corporal y el derecho al aborto.
Como red feminista de grupos de base dirigidos por Trabajadoras Sexuales, sabemos que las trabajadoras sexuales se ven desproporcionadamente afectadas por el aborto inseguro.
A pesar de que el aborto es 14 veces más seguro que dar a luz, se calcula que en Uganda mueren entre 16 y 18 mujeres al día por causas relacionadas con el embarazo, de las cuales el 33% se deben al aborto inseguro.
Y las trabajadoras sexuales de Uganda corren especial riesgo de sufrir abortos inseguros. Se encuentran en la intersección de cuestiones muy controvertidas relativas al género, el trabajo sexual, el aborto, la clase social, etc.
Así que, inspiradas por el reciente hito de Francia al consagrar la libertad de abortar en su constitución, y para conmemorar el Día Mundial de Acción para Desestigmatizar el Aborto, aprovechamos la oportunidad para explorar las perspectivas de las mujeres, en particular de las trabajadoras sexuales, sobre el derecho al aborto, la elección y su reconocimiento como derecho constitucional en Uganda. A lo largo del mes de marzo, mantuvimos conversaciones con trabajadoras sexuales sobre la búsqueda de la justicia reproductiva en Uganda.
Para estas mujeres, el acceso a servicios de aborto seguro representa un aspecto fundamental de la justicia reproductiva.
Reflexionando sobre la evolución reciente en Uganda, las encuestadas señalan cambios positivos en el acceso a los servicios de aborto. Atribuyen estos cambios al papel de los proyectos de atención postaborto en los centros sanitarios y las comunidades, que apoyan a las mujeres con complicaciones relacionadas con el aborto. Destacaron que ofrecer una gama de opciones seguras no sólo reduce los riesgos médicos, sino también el estigma social y las repercusiones legales asociadas a los procedimientos clandestinos.
Un elemento central de sus creencias es la afirmación explícita de que el derecho a elegir corresponde exclusivamente a la persona embarazada. Hacen énfasis en la Autonomía corporal, afirmando que las decisiones relativas al aborto deben dejarse en manos de la persona que lleva el embarazo, sin interferencias ni juicios externos.
Afirmaron que se trata de una cuestión de responsabilidad personal, en la que se capacita a las personas para tomar decisiones informadas sobre su cuerpo y su vida.
Las trabajadoras sexuales hicieron un llamamiento rotundo a una mayor incidencia política para desestigmatizar el aborto.
Hicieron énfasis en la necesidad de hacer incidencia abiertamente, de forma similar a las campañas de concienciación y prevención del VIH/SIDA. Eliminar la necesidad de secretismo en torno al aborto, que obliga a las mujeres marginadas a someterse a abortos inseguros. Al compartir historias, estadísticas y estudios de casos de mujeres marginadas que se enfrentan a estos retos, creen que podemos influir en los legisladores y las partes interesadas para que reconozcan la necesidad de los servicios de aborto seguro.
Las trabajadoras sexuales destacaron la importancia de mostrar el impacto positivo de los servicios de aborto seguro, no sólo para salvar vidas, sino también para reducir las tasas de mortalidad materna y contribuir a la economía.
Cuando se les preguntó qué pensaban de la medida de Francia de añadir el aborto a la constitución, una mujer de Kampala dijo: «Lo que hizo Francia es un regalo para todas nosotras las mujeres, no sólo para las de Francia». Y añadió: «En cierto modo, es una señal para el resto del mundo de que es posible proteger a las mujeres y garantizar los derechos reproductivos consagrándolos en la constitución».
Cuando compartimos otros ejemplos inspiradores de la Ola Verde en México y Colombia, resonó otra mujer: «Todas lo están haciendo por todas nosotras las mujeres, celebramos y ganamos con todas ellas».
Mirando hacia el futuro, manteniendo la esperanza y soñando a lo grande, imaginamos una Uganda en la que el aborto se reconozca como un derecho constitucional.
Aunque el caso de Francia es único, como movimiento de base por el derecho al aborto, tomamos como referencia las buenas prácticas y nos llena de esperanza que estemos avanzando.
Las trabajadoras sexuales con las que hablamos prevén una reducción de los procedimientos de aborto inseguro. Además, prevén una sociedad en la que se dé prioridad a la salud reproductiva, lo que conllevará mejores resultados tanto para las mujeres como para las familias.
Sus llamamientos a la incidencia, la reforma legal y la desestigmatización resuenan profundamente, subrayando la necesidad urgente de un apoyo integral y de reconocimiento de la autonomía reproductiva. Mientras seguimos avanzando en estas complejas cuestiones, es imperativo que centremos y amplifiquemos las voces de las más afectados. Trabajando por un futuro en el que todas las personas tengan derecho a tomar decisiones informadas sobre sus cuerpos y sus vidas.
Por Resty Magezi K., Esther Chandiru y Jane Tushabe, de la Alianza de Mujeres por el Cambio (AWAC), organización asociada a SAAF en Uganda.